Capítulo 3 LA PROPUESTA

Capítulo 3

Me encerré en el baño y me senté en la tapa del inodoro. Sentía las piernas temblorosas, el estómago revuelto.

Mr. Smith tenía una forma de hablar que me desarmaba, nunca un hombre me había interesado como el, me fui a casa para pensar.

Luisa estaba en el sofá cuando llegue, Me miró sin preguntar nada al principio, pero cuando me senté a su lado, supo que algo había pasado.

—¿Se conectó? —preguntó.

Asentí. No podía mentirle, ella era mi única amiga. Mi única familia ahora.

—¿Te dijo algo?

—Me hizo una propuesta —susurré—. Quiere que pase un fin de semana con él, Solo uno y si quiero que me entregué

Luisa frunció el ceño de inmediato.

—¿Qué? ¿Está loco? ¿Te ofreció dinero?

Asentí otra vez. Sentía vergüenza al decirlo en voz alta.

—Cien mil dólares.

Ella se levantó de un salto muy enojada.

—¿¡Qué!? ¿Está enfermo o qué? ¿Cree que puede comprar a las mujeres como si fueran juguetes?

—No lo dijo así…

—¡Pero es lo que está haciendo! ¡Juliana, tú no eres una prostituta!

—¡No lo hago por el dinero! —le grité, sin querer. Me callé al instante. La miré con lágrimas en los ojos—. No es por el dinero.

Ella me miró muy enojada, Me sentí mal por alzarle la voz.

—Entonces… ¿por qué?

—Porque me hace sentir cosas que nunca había sentido. Porque me liberó. Porque me ayudó a conocerme. Porque cuando estoy frente a la cámara, pienso en él. Porque… porque lo deseo.

Luisa se quedó callada. Bajó la mirada. No dijo nada más, Solo se fue a su cuarto y cerró la puerta.

Esa noche no dormí.

Al día siguiente llegué al estudio, tratando de actuar normal. Pero Omar me estaba esperando en la entrada. Me hizo un gesto con la cabeza y me llevó a su oficina.

—No vas a conectarte hoy —me dijo frío.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Recibí una oferta. Bastante alta. —Se inclinó hacia atrás en su silla—. Quieren que te autorice para tener un encuentro en persona con uno de los clientes.

Me puse pálida.

—Yo no… yo no he hecho nada —dije rápido—. No acepté nada, lo juro. Solo hablé con él.

—Tranquila —dijo, levantando una mano—. No estás despedida. Ni castigada. Solo quería informarte. El mensaje llegó directo a mí. Lo leí y te lo voy a mostrar.

Giró la laptop hacia mí. El correo estaba abierto. Era de Mr. Smith, le daría también cien mil dólares si me daba permiso de verlo.

Lo leí dos veces, mis manos sudaban.

—¿Qué vas a hacer? —me preguntó Omar.

—No lo sé…

—Yo no te voy a obligar a nada. Si dices que no, bloquearé al tipo. Haré que no pueda encontrarte. Tengo medios para eso. Pero si dices que sí… entonces, yo mismo me encargo de que estés segura.

Me mordí el labio, estaba muy nerviosa

—¿Puedo usar tu laptop?

Omar asintió y me dejó sola.

Me quedé frente a la pantalla unos minutos, viendo el cursor parpadear. Y escribí dos palabras:

“Sí. Acepto.”

Horas después me llegó la respuesta. Me darían fecha, lugar, detalles. Solo debía preparar ropa de playa.

El día señalado me recogieron en el penthouse de un hotel. Un chofer me entregó una caja con ropa, zapatos y perfume. Todo mi talla, todo caro de marca.

Subimos a un helicóptero. Me puse los audífonos, miré por la ventana y traté de no pensar. Pero era imposible. Estaba a punto de entregarme a un hombre que apenas conocía. A un cliente. A un desconocido que me había visto desnuda… pero al que nunca había tocado.

El helicóptero aterrizó en una isla privada. No sabía que existían lugares así. Arena blanca, agua azul, vegetación espesa, Me sentí como si estuviera dentro de una película.

Bajé temblando.

Y entonces lo vi.

Mr. Smith.

Alto, elegante, con una camisa blanca, gafas oscuras y sonrisa segura.

Me abrazó por la cintura y me besó la mejilla.

—Hola, Afrodita.

Me derretí por dentro.

—Hola… —susurré.

—¿Estás nerviosa?

—Mucho.

—No tienes por qué, no haré nada que tú no quieras. Iremos despacio.

Asentí, tragando saliva.

Y me dejé llevar.

La casa en la isla era como sacada de una revista.

Durante el día paseamos a caballo por la arena. Monté por primera vez, con él guiándome, sujetando las riendas detras de mí.

Su cuerpo contra el mío, su respiración cerca de mi cuello, sentirlo así me quemaba, después fuimos en yate.

Nos sentamos juntos, compartiendo copas de vino blanco, riendo. Me hizo preguntas sobre mi infancia, mi carrera, mis sueños. Pero nunca insistió en saber mi nombre real. Le pedí que no lo hiciera.

—Hoy no somos nosotros —le dije—. Soy Afrodita. Y tú… tú eres solo Mr Smith

Él asintió.

—Como tú quieras.

Esa noche, mientras el cielo se cubría de estrellas, me llevó a la playa. Caminamos descalzos por la arena cálida hasta llegar a una zona apartada. Había una carpa blanca, decorada con sabanas que flotaban con la brisa.

Dentro, una cama grande, rodeada de pétalos de rosas, velas encendidas y cortinas translúcidas que se movían, Todo era perfecto y muy romántico.

Me giré hacia él, sin hablar. Él me miraba en silencio, con deseo.

—Solo si tú quieres —susurró—. No tienes que sentirte presionada

Me acerqué y lo besé.

—Quiero.

Me bajó el vestido despacio, con las manos firmes, Sus dedos acariciaron mis brazos, mi cintura, mis senos. Sentí que mi piel ardía del deseo que me consumía

Me tumbó sobre las sábanas blancas, su cuerpo estaba sobre el mío, su boca en mi cuello mientras sus manos me exploraban.

Me besó los pechos, los muslos, cada rincón de mi cuerpo. Bajó entre mis piernas y comenzó a darme placer con la lengua, Me arqueé, gemí, lo agarré del cabello. No sabía que podía sentir tanto placer

—Eres deliciosa —susurró, lamiéndome como si quisiera grabarse mi sabor.

Me corrí con un gemido largo, temblando, sin contenerme ante el deseo.

Después se subió a la cama y me tomó la mano.

—¿Quieres aprender cómo se hace? —me preguntó, llevándome hacia su erección.

Asentí.

Me arrodillé entre sus piernas, insegura. Él me guió, me explicó, me dijo qué hacer.

Lo hice lento al principio, pero con ganas, lamiendo primero y después succionando, su respiración se volvió pesada. Me agarró del cabello para guiarme

—Eso es, preciosa… así… más profundo…

Cuando ya no aguantaba más, me levantó y me acostó de nuevo. Se colocó sobre mí, mirándome a los ojos.

—¿Segura?

—Sí, quítame la virginidad.

Me abrió las piernas y entró en mí con cuidado. Sentí dolor al principio, una especie de ardor. Cerré los ojos, él me acarició la cara, me besó tierno, Me susurró que estaba bien, que era hermosa, que era suya.

Cuando estuvo dentro por completo, se quedó quieto, esperando.

—Ya no eres virgen —dijo con una sonrisa suave—. Ya eres mía.

Se movió con ritmo lento, profundo. Me aferré a su espalda, a su cuello, a su cuerpo. El dolor desapareció y lo reemplazó algo más intenso, un fuego que se encendía en cada rincón de mí.

—¿Te gusta? —me preguntaba al oído—. Dímelo, Afrodita, díme que te gusta

—Sí… me encanta… no pares…

—Estás empapada… estás hecha para disfrutar de esto.

Me habló sucio, me besó con mucha intensidad, me cogió con fuerza. Me vine en un orgasmo intenso, me estremecí, arqueé la espalda, solté un gemido tan fuerte que pense nos escuchaban

Él también se vino poco después, jadeando, gimiendo mientras me dejaba su semilla, le agradecí al cielo que me estaba cuidando.

Nos qued

amos abrazados, desnudos, bajo las estrellas. Yo con el corazón latiéndome rápido, y él con la mano en mi cintura

No sabía qué pasaría después.

Solo sabía que esta noche… fue perfecta.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo