17: No te vayas

Di un paso hacia la salida, pero entonces sentí una presión débil, temblorosa, en mi muñeca. Me detuve y miré hacia atrás. Era Luziano.

Sus ojos, aunque cansados y heridos, estaban cargados de un brillo distinto. Miedo. Miedo real.

—No —susurró con voz ronca, casi quebrada—. No te vayas. Quédate a...

Inicia sesión y continúa leyendo