5: Ayuda rechazada
La vida de Salvatore Greco había llegado a su final, ahora yo era la persona que se hacía cargo de todos aquellos negocios que me había heredado.
—Señor Luziano —uno de mis subordinados entró con un paquete en la mano —. Aquí tiene, ella lo ha vuelto a rechazar.
Renata había rechazado cada sobre de dinero que le había mandado mes a mes, no entendía la terquedad de esta mujer.
—Quiero que vayan nuevamente y se lo intenten dar, no me interesa de qué manera van a lograr su cometido, pero tienen que hacerlo.
Aquel hombre se fue y me quedé solo en la oficina, o al menos eso era lo que creía.
—Deberías dejar a esa muchacha en paz —Nayib salió de la esquina en la que se encontraba resguardado —. Ya se negó en múltiples ocasiones a recibir ese dinero, no toma un solo centavo y, a pesar de eso, tú te encuentras de necio mandando la mensualidad mes a mes.
—No me digas lo que debo de hacer y lo que no —tomé otro sobre con el dinero y lo guardé en la caja fuerte —. Te recuerdo que yo soy tu jefe y tú aquí eres un peón más.
—Sabes bien que en este tiempo nos hemos hecho amigos, pero cuando no tienes una justificación convincente es que vienes a sacar a relucir el poder que te dejó el difunto señor Greco.
—Nayib —mi voz sonó a advertencia —. No jales tanto la cuerda, en una de esas se va a reventar.
Me dije que siempre iba a estar al pendiente de Renata, dado que no podía estar a su lado, al menos quería darle dinero para que pudiera sufragar sus gastos.
—Si quieres saber de ella, solo tienes que pedirlo —Nayib se sentó delante de mí y se sirvió un trago —. Tengo informes de tu amada Renata.
—Deja de joder, Nayib. Lo mejor es no saber nada que esté relacionado con Renata, ella solamente va a ser un blanco fácil de nuestros enemigos —me levanté del escritorio —. Espero que entiendas que no tengo interés en saber de esa mujer.
Tenía que protegerla, nadie podía saber que tenía una maldita debilidad. Por mucho que me doliera, por mucho que me quemara, Renata debía mantenerse en el anonimato.
—Quiero que preparen el carro, voy a ir a dar una vuelta. No preguntes nada y mejor déjame en paz.
Prepararon el carro sin hacer muchas preguntas, después de eso fui al parque en el que meses atrás me encontré con Renata y fue en ese sitio en que la volví a ver después de varios meses.
Ella se encontraba cargando una caja cuando uno de mis hombres se acercó, en cuanto lo miró, lanzó un suspiro pesado.
Perspectiva de Renata.
Tomé aquella caja de frutas y la subí a la camioneta del dueño, fue en ese momento en que uno de los hombres de Luziano se acercó donde estaba.
—Ya dije que no quiero ese dinero, quiero que le digas a tu jefe que no me interesa un solo centavo de su parte y lo voy a rechazar cada vez que mande esos sobres.
—Señorita Renata, le pido que tome el dinero. No me quiero meter en problemas con el señor Luziano, él me dijo que tenía que entregarlo a toda costa.
La súplica del hombre me conmovió, no quería meterlo en problemas por culpa de la terquedad de Luziano.
—A ver entonces —extendí mis manos y moví mis dedos —dame ese dinero.
Él me entregó el sobre de dinero, era bastante grueso y de cierta manera me causaba miedo recibir semejante cantidad.
—Ahora quiero que te vayas y me dejes trabajar con tranquilidad.
—Está bien, le agradezco por esto.
Aquel hombre se fue, miré el dinero en mi mano y lancé un suspiro cansado. No entendía el motivo por el cuál Luziano seguía insistiendo en darme este dinero.
—Jefe —miré a aquel anciano y me acerqué —tengo entendido que está teniendo problemas de dinero, así que quiero ayudarle.
—¿Más ayuda de la que ya me brindas? —él habló con cierta lentitud y agradecimiento —no es necesario, pequeña. Mira que aceptas fruta a cambio de dinero, ya eso es mucha ayuda.
—No pienso decirle nada, solo tenga esto y no haga muchas preguntas.
Coloqué el sobre con el dinero en las manos del anciano, él que permanecía con los ojos cerrados terminó por abrirlos debido al asombro y no era para menos.
—¿De dónde has sacado este dinero, Renata? —sus manos temblaban mientras sostenía aquel sobre —¿Acaso lo has robado? Si es así, no te preocupes que vamos a ver cómo resolver esto.
—No, no lo he robado. Por favor no haga preguntas y simplemente acepte el dinero, en serio que no hice nada malo para tenerlo.
—Muchacha, en serio que te agradezco —él me abrazó —espero que algún día todo lo bueno que haces, se te devuelva el doble.
—La realidad es que mi existencia muchas veces es tan triste que lo único que espero es el abrazo de la muerte —sonreí con tristeza —he sido buena persona, así que no tengo miedo de morir.
—No digas eso, eres una mujer muy joven, creo que quien tiene que tener eso en mente soy yo que ya estoy viejo y solo —él acarició mi mejilla como si se tratara de mi abuelo —tú aparte de tener un gran corazón, posees una belleza muy rara de ver, así que más de alguien va a llegar a tu vida y vas a formar una hermosa familia. Verás que sí, solo es cuestión de esperar a que un hombre tenga el coraje de acercarse a ti y tratar de llegar a tu alma.
Me limité a sonreír, luego de esto me fui caminando a casa. ¿De qué manera podía soportar el hecho de que no iba a poder tener hijos? Y para sumarle, el hombre con el que había querido formar esa familia que tanto deseaba, se había desvanecido de la noche a la mañana y pensaba que con darme dinero iba a solucionar las cosas.
—¿Qué será de ti, Luziano?
Después de todo lo que pasó, aprendí a no apegarme tanto a las personas. Al final de cuentas se iban y te dejaban con ese vacío, ahora trataba de evitar encariñarme con alguien nuevo y eso incluía a mi jefe, que aunque era una gran persona, sabía bien que él se encontraba de paso.
Creo que con la única persona que mantenía un vínculo como tal era con Hannah, al final de cuentas ella había estado ahí desde hace mucho tiempo.
Seguí caminando, pero hubo algo que me hizo sentir que me vigilaban. Al ver hacia atrás pude ver un coche que no iba con el aspecto del barrio, supe entonces que Luziano me venía siguiendo.
—¿Qué quieres, Luziano? —me detuve en seco y di la vuelta —quiero que al menos des la cara o simplemente vete de aquí porque no quiero que me estés siguiendo.
La calle era solitaria así que de cierta manera pude decir esto de tal forma que era imposible que no me escuchara. Miré que el carro arrancó y me dejó envuelta en humo, la sensación amarga en mis adentros me dejó mal.
—Lo supuse, no me quiere, pero tampoco me deja ir.
Llegué a mi casa, mi papá ya se encontraba ahí y una taza de café humeante era sostenida por sus manos. Desde que Luziano prohibió que le vendieran alcohol a mi padre, él había superado su adicción y ahora era otra persona.
—Hola, papá —le di un beso en la mejilla y él sonrió —¿Qué tal te fue en el trabajo?
—Bien, hija —él señaló a la mesa —preparé café para ti, debes de venir cansada del trabajo.
Sonreí y luego fui por mi taza de café, habíamos pasado por muchas cosas durante la superación de su alcoholismo, pero ahora todo esto era cuestión del pasado y me sentía feliz al verlo tan bien.
De alguna manera, Luziano le ayudó más de lo que lo perjudicó. Esto era suficiente para mí y le estaba agradecida, porque lo que comenzó como un castigo había sido la decisión más sabia que alguien había tomado.
—Renata —la voz de Hannah llegó desde afuera —por favor abre, te he traído un poco de estofado a ti y a tu padre.
Dejé pasar a Hannah, ella traía dos tazas de estofado en las manos. Una de ellas se las pasó a mi papá, la otra me la dió a mí. No había pasado mucho tiempo que lo habíamos probado cuando mi padre comenzó a sentir un dolor agudo en el estómago y sacó baba blanca de la boca, y a mí me dió una pesadez enorme en la que me quedé dormida sin mucho esfuerzo…

















