7: El gran día

De repente sentí unas manos deslizarse por mis piernas, fue casi al instante que me desperté y miré a un hombre delante de mí.

—Shhh, no digas nada —él puso una rodilla en la cama mientras con su mano acariciaba mi pierna —. La vamos a pasar muy bien, pollita, en serio que sí.

—¡No, déjeme! —grité...

Inicia sesión y continúa leyendo