

El Regreso de la Exesposa
DaysyEscritora · Completado · 100.0k Palabras
Introducción
Capítulo 1
Alexander se encontraba sentado en el despacho de su tío, el aire era tenso y la luz del sol se filtraba a través de las persianas. Miraba a su tío, un hombre robusto y de mirada firme, que había sido una figura "paterna" desde la muerte de su padre.
Aunque siempre sospechó que tenía otras intenciones más allá de lo que demostraba.
—Alexander —comenzó Damián con voz grave—, hay algo que debes entender si realmente deseas asumir la presidencia de Whitmore.
El joven frunció el ceño, sintiendo que el peso de la herencia estaba a punto de caerle encima.
—¿Qué es? —preguntó, intentando mantener la calma.
—Tu padre dejó una cláusula en su testamento —dijo el tío, cruzando los brazos—. Solo podrás heredar la compañía si te casas.
Las palabras resonaron en la mente de Alexander como un eco ensordecedor. Su corazón se aceleró, y un torrente de emociones lo invadió.
—¿Casarme? —repitió, incrédulo—. ¿Por qué? Maldición, ¿por qué tengo que casarme?
—Era su deseo —respondió su tío, sin inmutarse—. Creía que un líder debe tener una familia que lo apoye. Es parte de su visión para la compañía. Así, hazlo.
El hombre apuñó las manos, enojado por lo que el idiota de su tío estaba diciendo. Era absurdo que estuviera pidiéndole aquello. Más allá de eso... ¿por que demonios su padre dejó por escrito aquello en el testamento?
Era una locura.
—No pienso casarme, es una decisión que solo me compete a mí.
Damián se rió fríamente.
—¡Te casarás y no me interesa si quieres o no! La compañía es lo más importante —lo igualó —. Intento comprender por qué siempre quieres llevar la contraria, pero esta vez no puedes hacer nada para cambiar la decisión, ya está todo resuelto.
Alexander volvió a lanzar improperios caminando de un lado al otro.
—¡¿Es la mejor opción un matrimonio arreglado?! No quiero hacerlo, deberías ayudarme. Si realmente te intereso, haz lo posible por cambiar esa maldita cláusula.
—Lo que me estás pidiendo es un imposible —se frotó la sien —. ¿Piensas acatar o no? Alex, si no te casas debes olvidar por completo que serás el nuevo sucesor de la presidencia de Whitmore.
El susodicho entrecerró los ojos hacia su tío, ¿acaso era lo que pensaba?
—¿Por qué haces esto? ¿qué sucede, Damián? ¿no quieres ser el presidente de Whitmore?
—¿De qué hablas? Nunca he tenido la intención de tomar un lugar que no me corresponde.
Alexander sabía en el fondo que Damián parecía querer usurpar el puesto que su padre por mucho tiempo ocupó, ese que ahora solo podría tomar al contraer matrimonio.
—Necesito alejarme, no quiero que vuelvas a hablarme de eso —reclamó saliendo.
¡¿Por qué su padre lo dejó en aquel aprieto?! Odiaba la demanda, esa que lo puso en la posición difícil.
El afectado se sentó al filo de la cama y se tomó la cabeza entre las manos.
Al poco tiempo tocaron a la puerta.
Pero no abrió.
—Alexander, sé que no quieres hacer esto, pero... No tienes otra opción si quieres seguir con el poder. Tu padre me contó una vez que él y el padre de Lauren fueron conocidos en el pasado, algo ocurrió que tu padre quedó en deuda con el papá de Lauren, así que prometió que si ese hombre tenía una hija, la convertiría en tu esposa —explicó el hombre —. Eso me explicó Darren, tu padre...
Alexander ante la historia, bufó.
...
—¿No hay algo mejor en esta situación? —soltó su madrastra Margaret mirando con desdén a la joven Lauren.
No le resultaba que la hija de su difunto marido se casara con un adinerado hombre, detestaba no ser ella quien tuviera una oportunidad de oro como esa. Por otro lado, era consciente que mediante ese matrimonio, las deudas y problemas financieros, desaparecerían de su vida.
El hermano de Margaret, Marcos, asintió.
—El suertudo de tu exmarido fue amigo del padre de ese joven rico, y su voluntad por escrita es que su hijo se case con Lauren. Además, hay una cláusula que dice que Alexander debe contraer matrimonio para poder acceder a la presidencia de la compañía.
La mujer chasqueó la lengua.
—Lauren no es tan hermosa, ni tan inteligente. ¿No crees que esto es demasiado absurdo? Es una niñata inútil, buena para nada.
—Lauren no está obligada a aceptar el matrimonio, pero si lo hace, nosotros podremos vivir tranquilos por el resto de nuestras vidas. Así que, deja de ser tan celosa y acepta esto.
La tercera, oculta para no ser descubierta, temblaba ante la conversación. Ella no quería un matrimonio repentino, obligado y armado.
Clavando las uñas en el umbral de la puerta, se mantuvo inmóvil, aturdida con la información.
Marcos giró la cabeza en su dirección y la capturó en el acto.
—Ah, ven aquí, ahora mismo —le ordenó haciendo un ademán, apresurada acató acercándose, sus pasos se volvieron torpes y tropezó a centímetros de ambos, provocando el estruendo de un adorno que se hizo añicos.
—¡Inservible, mira nada más lo que has hecho! —tironeó bruscamente de sus cabellos y la apartó con fuerza, Lauren se lastimó el brazo, sollozó apenas, forzada a guardarse el dolor del ardor provocado.
—Margaret, eso no es lo importante, mírala, está asustada, ¿no es suficiente con eso? Y tú —la apuntó —. ¿Quieres vivir como una reina? Entonces acepta el matrimonio, sé que has escuchado cada una de mis palabras. Si eres realmente inteligente, cásate con Alexander Whitmore.
Abrió los ojos de par en par y negó con frenesí.
—No q-quiero casarme.
Marcos resopló y se acercó tomándola con fuerza por el antebrazo.
—Dinero, lujos, una vida llena de privilegios inimaginables y todo lo que no has podido tener en tu maldita vida. ¿Por qué una pobre ingrata como tú te niegas a una oportunidad así?
Se rehusaba a casarse. No quería.
—Quiero irme de casa, solo pido eso —suplicó negada al arreglo matrimonial. Sabía que ambos nunca se habían interesado por ella y solo habían dejado daños físicos y emocionales en su vida, entonces... ¿por qué la apresuraban a ese matrimonio? Era obvio que estaban recibiendo dinero por ello.
Margaret revoleó los ojos.
—¿Para qué? Supongo que te irás y vivirás debajo de un puente. Porque te recuerdo que no tienes nada en absoluto. No quería sacar el tema a colación, pero si tienes un poco de respeto por la memoria de tu padre, cásate y haz valer el hecho de que te mantuvo viva, hasta el día de su muerte.
Lauren apretó las manos y suspiró.
—¿Mi padre le debe un favor al padre de ese hombre?
—No es tu problema —escupió el hombre —. ¿Te casarás o no?
—¿Cuánto durará?
—No hay un límite, es hasta que la muerte los separe —se burló, ella tembló.
Margaret soltó una carcajada.
En ese momento el llanto del pequeño Jake irrumpió. Era el hijo de Margaret y su padre, Lucas. Un niño de apenas seis años de edad, que lamentablemente era víctima de su madre bastarda.
—No puedo dejar a Jack —susurró.
—¡Jack es mi hijo no tuyo! Si tanto te interesa cásate, así podré darle una vida digna.
La aludida reflexionó en ello, sin embargo, no quería aventarse a una etapa que no anhelaba.
Lauren con lágrimas en los ojos direccionó la mirada a su medio hermano, lo amaba y quería que él estuviera bien.
—Lo haré, me casaré solo si prometen cuidar de Jack, que no lo van a lastimar. Él es solo un niño —pidió con dolor.
—Me parece justo, no es algo difícil de hacer —intervino Marcos —. Jack, ven aquí.
El niño caminó secándose las lágrimas.
Margaret rodó los ojos.
—Eres demasiado ilusa —se mofó.
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