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Mr. Brooks: Cuando las apariencias engañan

Mr. Brooks: Cuando las apariencias engañan

maracaballero32 · Completado · 140.0k Palabras

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Introducción

Evelyn Peterson ha trabajado durante cuatro años para Editorial Brooks, una empresa muy importante y de renombre, William decide tomar su jubilación después del ascenso de Evelyn, pero hay un ligero cambio de planes, Jack Brooks, el hijo menor de William, regresa a la ciudad para tomar el lugar de su padre, pero detrás de aquel cambio hay un verdadero motivo.
Evelyn y Jack comienzan a tener roces que se vuelven una declaración de guerra dentro de la editorial, pero, cuando menos lo piensan, cruzan esa línea jefe-empleada, llevándolos a situaciones que se salen de sus manos al mismo tiempo que descubren que las apariencias engañan.

Capítulo 1

Evelyn Peterson

—Jefa, aquí están los documentos que me ha pedido. —Brice, mi asistente me entregaba una carpeta con los últimos reportes de ventas de libros del mes. Le di las gracias.

—Brice, ¿Vas a salir a comer? —Ella sonrió tímidamente.

—Iré almorzar con mi novio. Hoy cumplimos tres meses, e iremos al restaurante de la otra cuadra. Te la debo, jefa. —Sonrió apenada, mientras su dedo tocó un mechón de su cabello pelirrojo, luego, salió del despacho.

Odiaba comer sola. Revisé las ventas del último mes, y una sonrisa apareció en mi rostro. Eran excelentes noticias para la junta de las cuatro de la tarde con William.

El teléfono sonó.

—Evelyn Peterson, Editora No ficción.

—Evelyn, ¿Podrías venir a la oficina, por favor? —La voz preocupada de William me alertó.

—Por supuesto. En un minuto estoy ahí.

—Gracias, hija.

Y colgamos. Mi frente se arrugó por el tono de voz de William. ¿Qué le preocupaba? Todo estaba más que bien en la editorial. ¿Su vida familiar? No lo dudaba. Solo conocía a dos de los tres hijos: Logan Brooks, el hijo mayor de William, y a la hija del medio, Idaly Brooks. Eran demasiado simpáticos. Con Logan tenía una amistad. Él había sido testigo de cómo mi vida laboral había sido transformada hasta la actualidad. E Idaly Brooks, solo cuando necesitaba algo de William y, de vez en cuando pasaba por la oficina para convencerme en ir de compras con ella algún día. Sonreí a este pensamiento. Pero el hijo menor, era un enigma. Solo lo conocía por fotos, y nunca lo había visto en la editorial desde que trabajaba para William. Y su esposa, Ellie Brooks…me odiaba. Esa mujer sí que me tenía odio puro.

Me levanté de mi lugar, alisé mi falda estilo lápiz en color gris y la camisa blanca de seda la acomodé bien dentro de mí falda. Salí al pasillo que me llevaría a la oficina principal. Llegué y la secretaria de William, una señora ya mayor, me regalaba como siempre una sonrisa muy cálida.

—Buenos días, señorita Peterson.

—Ya te he dicho que puedes llamarme solo Evelyn, Jana.

Ella sonrió sonrojándose.

—Disculpe. Sabe que aún no me acostumbro. Pasa Evelyn, el señor Brooks la está esperando.

Le guiñé un ojo de manera divertida que no dudó en regresar tal gesto. Toqué la puerta, y esperé a que me diera permiso para entrar.

—Pasa, Evelyn. —la voz de William se escuchó del otro lado de la puerta.

Abrí la puerta, y William caminaba de un lado a otro, y al ver que era yo, me hizo señas de que tomara asiento.  Estaba en una llamada. —…lo sé. Pero podrías tomar en prioridad lo que te he pedido por meses, hijo. No, no. —se sentó en el sillón individual que estaba a mi lado. Puso los ojos en blanco al mirarme refiriéndose a la llamada—…si, si, espero verte a las siete en punto, Jack. No tolero la impuntualidad. Y lo sabes… sí. Está bien. Gracias, te quiero.

Y colgó.

Dejó el móvil en la mesa de cristal que adornaba la sala de cuero negro. Su mirada se perdió en él por varios segundos.

— ¿Estás bien, William?

—Sí, claro hija. —su mirada se instaló en mí y me regaló una sonrisa cálida. Ese era William. Un jefe, amigo, y maestro en los negocios. Me había acogido bajo el ala cuando mi madre y amiga de él, falleció.

—Te noto preocupado.

—Es solo que me tiene lo del día sábado. El evento anual de la Editorial. Faltan detalles que hay que solucionar. ¿Has almorzado ya? —Negué sonriendo. — ¿Pides algo para los dos? No he podido almorzar. Y sé perfectamente que tú no comes sola.

Sonreí. Me conocía bastante bien.

— ¿Comida china? —Él soltó una risa.

—Sabes que nunca diría que no, hija. Pídeme dos del cuatro, y un rollo extra.

Me levanté hasta el escritorio y ordené al restaurante que quedaba a dos cuadras de la Editorial. Me senté de nuevo, me recargué en el respaldo del sillón y crucé mi pierna. Alisé la falda distraída.

—Evelyn…

Levanté la mirada hacia él.

—Dime.

—He tomado una decisión. Y necesito compartirla contigo.

Asentí lentamente.

—Sabes que puedes contar conmigo. Suelta…—sonrió nervioso mientras entrelazó sus manos.

—Voy a retirarme. —Eso no era novedad.

Había rumores desde hace más del mes, y solo faltaba confirmarlo.

— ¿Estás seguro? —él asintió en silencio, luego, se levantó caminando hasta la gran ventana que daba a la ciudad, se detuvo observando por varios segundos mientras me daba la espalda.

—Ellie me ha dado un ultimátum. Cree que prefiero el trabajo que, a mi familia, son peleas constantes. Aparte…—se volvió hacia donde estaba sentada—…quiero descansar. Quiero ir un fin de semana de pesca, sin estar preocupado por la Editorial.

—Me entristecerá no verte todos los días, nuestros desayunos… nuestras platicas.

—Lo sé hija, pero seguirán los domingos ¿No? —sonreí. Todos los domingos se escapaba a mi departamento a desayunar chilaquiles, receta que heredé de mi madre. Mi madre, Marie Peterson, había fallecido hace tres años por cáncer y, desde entonces no faltaba al desayuno aún en su ausencia, su pérdida nos había afectado demasiado, así qué, él fue mi apoyo incondicional y sé qué yo para él, no quería experimentar jamás el perder a tu alma gemela. Marie y William, lo eran.

—Eso ni se pregunta, William. —Me sentí nostálgica, apenas sonreí y él lo notó.

—Pero hay otra cosa…—arrugué mi entrecejo intrigada.

—Jack, mi hijo menor, tomará mi lugar.

Arqueé una ceja sorprendida e irónica al mismo tiempo.

— ¿Jack?

—Sí, sé que es una sorpresa, yo estaba igual. Necesitaré que le enseñes lo principal. Ha aceptado hacerlo, sabes que Logan sigue en el proyecto de la arquitectura de la editorial en Londres, y nunca le ha interesado estar al frente de esta empresa. Menos a mi pequeña Idaly…

Asentí en silencio. No quise decir más, pero necesitaba saber.

—Me parece bien. Necesitas realmente descansar…

— ¿Evelyn? —me llamó la atención, y lo miré—…Ocuparás el puesto de Editora en jefe de Editorial Brooks.

—William, yo…—él levanta una mano para que no siga.

—Nada de que no…te has esmerado cuatro años, haces un excelente trabajo, por ti es que nos hemos podido expandir a otras ciudades, y ahora la nueva sucursal en Londres. Si sigues así, podrías tomar el sueño de manejarla por completo.

Negué con las lágrimas a punto de salir.

—Yo…

—No me lo agradezcas. Y no llores… porque me harás llorar a mí también.

Nos abrazamos. En William había encontrado a un padre. Siempre orientándome, cuidando de mí y apoyando mis metas y sueños.

Y las muchas veces me repetía que es como si fuese otra hija más para él.

Después de la junta de las cuatro de la tarde, me había concentrado en repasar los detalles de la sucursal de Londres. Pronto tendría que viajar a contratar el nuevo personal y a los jefes de cada departamento. Era algo que me emocionaba. Conocer Londres….

Miré el reloj de la tableta y me llevé una sorpresa, eran más de las siete de la noche. Tomé mis cosas y ordené a toda prisa mi escritorio.  Me puse mi gabardina, tomé mi maletín y una carpeta con los pendientes que iba a terminar en el departamento. Sabía que me iba a tocar desvelarme, pero necesitaba darle un poco más de prioridad a la nueva sucursal. Estaba bajo mi mando…Tomé el elevador, mientras bajaba, comencé a leer un documento en mi celular. Las puertas se abrieron y al salir choqué con alguien, tiró mi carpeta y torpemente casi doy al suelo intentando evitar que cayera.

—Disculpa…—murmuré a toda prisa recogiendo los papeles del suelo.

—Discúlpame a mí…

Terminé de rejuntar. Estaba a punto de salir cuando caí en cuenta, me volví hacia la persona.

—Si buscas a alguien, no hay nadie más, excepto el personal de seguridad nocturna. —era un hombre alto, en un traje elegante. Tenía una gabardina oscura. Y usaba una barba de días. No presté de atención en el resto de él, necesitaba irme antes de embotellarme en el tráfico camino a casa.

—Gracias, no había notado que era tarde.

—De nada, buenas noches.

Casi salía por las puertas dobles de cristal, cuando el tipo habló.

—Buenas noches, Peterson.

Me detuve. El tipo sabía mi apellido. Me volví a él, con media puerta abierta.

— ¿Lo conozco? —Caminó la distancia que nos separaba. Intenté recordar quien era, pero era imposible. No había cruzado con un tipo tan atractivo y que pareciese modelo de revista. Al llegar a mí, descubrí unos ojos azules intensos. Él sonrió…

—No. Pero yo sí… de hecho eres una celebridad en las cenas familiares de los viernes.

— ¿Perdón?

—Eso, lo que has escuchado. Te conozco desde hace cuatro años, entre discusiones y halagos.

—Disculpa, pero sigo sin entender. —Pero no dijo más. Sus ojos me escanearon de pies a cabeza, esa acción provocó irritarme.

— ¿Me has repasado? ¿Qué es lo que te pasa? —Solté molesta. Él solo se limitó a sonreír y eso me enfureció aún más.

—No es malo mirar a una hermosa mujer como tú…—Entrecerré los ojos.

— ¿Quién eres?

—Disculpa mi falta de educación, soy Brooks. —Extendió su mano para tomar la mía. Pero dudé. —Jack Brooks. —Me tensé al escuchar su nombre, si qué se veía diferente de las fotos de la oficina de William.

—Yo soy…—Me interrumpió.

—Sé quién eres—alcé las cejas con sorpresa. —Eres Evelyn Peterson, editora de no ficción...y la mujer que mi padre defiende con mucha decisión y vehemencia. —el tono que usó al final, me hizo entender otra cosa...Ellie Brooks, lo había pasado a su lado oscuro.

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© 2020-2021 Val Sims. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta novela puede reproducirse, distribuirse o transmitirse de ninguna forma ni por ningún medio, incluidas las fotocopias, la grabación u otros métodos electrónicos o mecánicos, sin el permiso previo por escrito del autor y los editores.
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