Secuestrada por el mafioso ruso
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—Maldita sea... —susurró Vladimir con voz ronca—. Muero de ganas de metértela de una vez.
Su p*lla estaba latiendo de un modo doloroso, así que se llevó una mano a la cremallera y la abrió. Se sorprendió al notar que ella comenzaba a ayudarlo a quitarse los jeans y la camiseta.
—¿También tienes prisa, princesa rebelde? —le dijo con un tono juguetón, pero ella se limitó a darle una mirada llena...
Su p*lla estaba latiendo de un modo doloroso, así que se llevó una mano a la cremallera y la abrió. Se sorprendió al notar que ella comenzaba a ayudarlo a quitarse los jeans y la camiseta.
—¿También tienes prisa, princesa rebelde? —le dijo con un tono juguetón, pero ella se limitó a darle una mirada llena...